Desde la visión de la nutrición antroposófica nos alimentamos de lo sutil que hay detrás de la sustancia: extraemos la esencia, para que nuestro cuerpo sea un cuenco donde pueda entrar nuestra alma, donde incorporar el espíritu. Comer sanamente y conscientemente es comer lo espiritual que se esconde detrás del alimento.
En los alimentos, más allá de las calorías, hay energías sutiles que alimentan al ser humano, y gracias a las partículas etéricas de los alimentos, el ser humano nutre sus cuerpos sutiles. Éste, a su vez, hace evolucionar la materia: los alimentos se transforman, se elevan, a través del ser humano. Esta visión profunda de la alimentación nos revela la unidad y la interconexión entre todo el universo; un solo verso, una sola palabra.
Karmelo Bizkarra
médico
El ser humano no solo se alimenta de sustancias nutritivas, sino que se alimenta también de lo espiritual que se esconde tras lo material, de la esencia sutil que contienen los alimentos, y del aire, del agua, de la tierra, del sol, de donde extrae el quinto elemento, la quintaesencia, éter o energía vital. Nos alimentamos también a través de los órganos de los sentidos y de nuestra respiración.
El ritmo del universo, de los planetas, de la luna y el sol tiene su reflejo en la tierra y en el ser humano. Esas fuerzas cósmicas actúan en nosotros como fuerzas de regeneración, de crecimiento, de reproducción que están interiorizadas en nosotros. El color y la forma de cada planta representa los mismos procesos que mueven un planeta, una constelación de estrellas, un fragmento del universo, y cada mineral, planta o animal muestran un impulso, un proceso, lo que los antiguos denominaban signatura.
Desde la medicina antroposófica se contempla que el ser humano está formado por cuatro cuerpos, como si de una muñeca matrioska se tratará: el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y la organización del yo. Cada uno de estos cuerpos está sostenido por un elemento: el carbono, el oxígeno, el nitrógeno y el hidrógeno. Así es como el organismo asimila el mundo cósmico.
Todas las plantas en la naturaleza cumplen una función. La fruta recoge la energía y la luz del sol y las verduras la energía telúrica, la energía de los minerales de la tierra, especialmente las raíces que crecen debajo de la tierra. La planta es portadora de vida; se forma entre la luz y la oscuridad para dar- nos su esencia y su sustancia. Cuando digerimos los vegetales se liberan esas fuerzas que estimulan nuestras fuerzas.
La planta crece por la influencia del cosmos. Cada planta plasma procesos energéticos que materializan el mundo invisible, plasma la esencia que se esconde detrás de la materia, plasma el cosmos. El mundo vegetal tiene tres impulsos: el impulso raíz, el impulso de la hoja, y el impulso de la flor, y la vida aparece entre los procesos de solve et coagula, de disolución y coagulación.
Cada planta o especie de plantas cumple una función similar o paralela a un órgano de nuestro cuerpo, por lo que la esencia de las plantas concentradas en cada parte del vegetal estimulan una zona de nuestro organismo, justo de manera invertida: Las raíces con sus minerales estimulan e impulsan el sistema neurosensorial; las hojas y los tallos el sistema rítmico, cardiocirculatorio y respiratorio; y la flor y el fruto la zona metabólica y digestiva.
Las plantas estimulan al ser humano y lo conectan con el universo, lo ponen en relación con el cosmos, con las fuerzas planetarias. El universo actúa sobre la tierra y la tierra se eleva hacia el cosmos a través del impulso vegetal que transforma la luz del universo en sustancia bioquímica y material. Las plantas acogen las fuerzas cósmicas y las transforman en belleza y armonía.
Es preciso estar tranquilo y tener presencia en el comer para hacer una correcta digestión y asimilar el alimento. Es nuestro yo profundo el que realiza el acto consciente de la digestión como son la masticación y la insalivación; el que desorganiza la impronta de la materia del alimento. El cuerpo astral disgrega el alimento, y el cuerpo etérico facilita la absorción y el anabolismo del alimento.
Cada sustancia actúa en una zona del organismo: las sales minerales y la glucosa actúan mas en el sistema superior, en la cabeza; los carbohidratos y grasas en la garganta, los pulmones y el corazón, en la zona media; y las pro- teínas en la zona abdominal. La organización del Yo dirige nuestro cuerpo y evita la fermentación de las sustancias del organismo. La consciencia y la presencia del Yo es necesario para no enfermar.
Las últimas investigaciones cada vez hablan mas de la conexión entre nuestra microbiota, donde conviven cientos bacterias, y también ciertos virus y hongos, precisos todos ellos para la vida, y el cerebro, por eso se conoce como segundo cerebro. La variabilidad y el equilibrio de la microbiota son signos de buena salud que fortalecen nuestro sistema inmunológico.
Los hidratos de carbono están unidos con el universo, nos conectan con la vida y el alma, y limitan y concretizan la forma. La estructura del cuerpo sur- ge a través de las proteínas; el cuerpo se desarrolla a partir de las proteínas. Los lípidos, las grasas vegetales, tienen más luz que las proteínas, los aceites esenciales contienen la energía del sol.
La alimentación vegetal nos conecta con las fuerzas del universo, incorpora el sol en nuestro interior y, así, estimulan las fuerzas del ser humano que nos conectan con el cosmos. La alimentación animal, sin embargo, nos vincula con la tierra y con lo material: ingerimos parte de la emocionalidad y la astralidad del animal impregnadas en su carne.
Cada alimento no es sólo su composición, sino lo sutil que contiene, y es recomendable una alimentación basada en frutas, verduras, legumbres, ce- reales integrales y frutos secos. El equilibrio entre los diferentes alimentos que estimulan diferentes zonas de nuestro organismo nos aportará todos los nutrientes y sustancias para estar sanos.
Las plantas medicinales se caracterizan porque una de sus partes está hipertrofiada y ése excesivo desarrollo en una zona concreta, está expresando unas cualidades, unas fuerzas, que da un modelo al órgano enfermo para que recupere sus funciones. La planta en la naturaleza está haciendo una acción paralela a los órganos de nuestro cuerpo, por lo que ayudan e impulsan a nuestro organismo en la autocuración.
Los lácteos y la miel son dos alimentos especiales desde la visión de la nutrición antroposófica; siendo alimentos de origen animal están llenos de vitalidad y energía, especialmente la leche materna que ayuda al recién nacido a aterrizar en la tierra sin desconectarse del cosmos. La miel, llena de energía y luz solar, nos ayuda a que la organización del yo, la consciencia, el alma, esté instalada en el cuerpo. Su impulso es favorable para la salud durante las últimas décadas de nuestra vida.
Los primeros años en el desarrollo del ser humano la alimentación tiene sus particularidades. En el primer septenio las verduras raíz tiene un lugar predominante porque estimulan el sistema neurosensorial. En los primeros tres años, los tres años dorados, la energía del niño va bajando de la cabeza al cuerpo, y de los 3 a los 5 años, a la zona rítmica. La alimentación tiene que acompañar ese desarrollo para que el niño vaya incorporándose en el cuerpo físico y en la organización del Yo.
En el segundo septenio, de los 7 a los 14 años, se van configurando los temperamentos por eso es el momento de tener en cuenta si el niño es colérico, flemático, sanguíneo o melancólico para estimular su desarrollo con una alimentación más personalizada. En el segundo septenio es importante incluir en la dieta los frutos secos que al ser ricos en minerales estimulan el cerebro.
A través de la digestión el ser humano anula y modifica los procesos originales de lo que ingiere del mundo mineral, vegetal y animal quitándoles su im- pronta inicial. Mediante el proceso digestivo el ser humano reconstruye en un nivel superior lo ingerido, haciendo que los elementos de la naturaleza se eleven y se vuelvan mas conscientes. A través del ser humano la naturaleza se vuelve más consciente, la materia se vuelve autoconsciente.
Los cuatro éteres se contemplan desde la antigüedad como la esencia que mantiene la sustancia unida, el campo energético que mantiene organizada la materia. Se trata del éter vital o de vida, vinculado a la tierra y el más cercano a la sustancia; el éter sonoro o químico relacionado con el agua; el éter lumínico del aire; y el éter calórico que porta el fuego. Se trata de la energía interatómica que mantiene unida la sustancia: átomos, moléculas, células…
Cada especie en la naturaleza plasma un proceso o una fuerza concreta, cada especie viene a plasmar una función paralela a un órgano en nuestro cuerpo. Cada familia vegetal es como un órgano que en la naturaleza forma ese organismo al que llamamos tierra, donde todo está en armonía, por eso encontramos diferentes formas, unas expansivas y otras contractivas, y diferentes nutrientes. Las fuerzas que forman a todas y cada una de las plantas puede actuar sobre una zona de nuestro organismo cuando las ingerimos o las utilizamos como remedios.
A la hora de cocinar es preciso tener en cuenta el material de las cazuelas y utensilios que vamos a usar, ya que los mismos inciden directamente en la calidad de los alimentos que posteriormente ingerimos, especialmente si tienen sustancias tóxicas como las sales de minio o plomo de los esmaltes. Desde el oro como el material de máxima calidad, el material mas noble, hasta el aluminio como el de mas baja calidad, conocer los materiales en los que vamos a cocinar los alimentos es indispensable para mantener la salud.
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